domingo, 9 de agosto de 2009

Error 404 - Por John C. Dvorak


John C. Dvorak es un polémico comentarista de temas relacionados con la industria de la información, que hace más de 20 años escribe para la revista PC Magazine.

Le gusta armar polémica; pero a veces da en el clavo.


El artículo original en inglés puede leerse en:



Aquí va una traducción al español, un poco resumida del original,
aparecida en PC Magazine en español en su número de abril de 2009.


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John C. Dvorak

Error 404

Quienes están vivos hoy quizá sean la primera generación de personas que corren el riesgo de perder su historia con la tecnología digital. Esto ya comenzó. Realizaba una investigación de poca importancia sobre los sucesos de1996 y di con unas ligas al sitio de la BBC a dos artículos en otros sitios del Reino Unido que me parecían atractivos; no obstante, ambos se habían convertido en nada menos que errores 404: los archivos habían desaparecido. El Times de Londres también me ha hecho esto. Un célebre historiador de guerras escribió un ensayo fascinante poco después del 11 de septiembre, y más o menos un año después le mandé el enlace a un amigo, aunque, para entonces, ya no estaba online. ¿Por qué?

Éste y otros borrados me han conducido a la práctica de no sólo salvar los marcadores de enlaces interesantes, sino también las páginas web con Save Web Page Complete (salvar Página web, completa) y guardarlas en mis propios discos duros. Demasiado para la Red y su conveniencia.

Si bien algunas personas podrían decir que Internet Archive, iniciado por Brewster Kahle (http://www.archive.org/) almacena muchas páginas, no creo que los artículos buscados por mi estén ahí.

Ahora, el asunto se empeora por el hecho de que en diez años ni siquiera habrá muchos periódicos. Las compañías de que dependen serán compradas y vendidas o quebrarán.

Añadirán nuevos sistemas de administración del contenido y se desharán de los archivos, pues un contador decidirá que la ganancia no compensa los costos de trasferir la información.

En algún punto miraremos atrás y notaremos un gran abismo en nuestro cúmulo de
conocimiento histórico. Y aunque uno tal vez halle un caché de viejas cintas de respaldo o
una granja de discos duros que guarde datos perdidos, éstos quizá jamás se recuperarán, a
pesar de que los encuentren, todo gracias al problema de los formatos muertos de almacenamiento el cual ya nos afecta.

Muchos de nosotros posee muchos mecanismos de respaldo y extraños cartuchos viejos
(por ejemplo los ZIP de Iomega, que en un momento fueron la solución para mover información mayor a 100MB) ya obsoletos luego de 10 actualizaciones de nuestros sistemas operativos y el abandono de los aparatos por parte de las compañías que los hicieron en un principio.

Algunas de las copias de seguridad se transfirieron a formatos de almacenamiento más recientes
antes de que fuera demasiado tarde, pero la acumulación de datos muchas veces imposibilita mantenerse al ritmo de los cambios. El deterioro del formato Laserdisc y las descomposturas tampoco ayudan. Se trata de una causa perdida.

Por fortuna aún imprimimos diarios, libros y revistas, pero sabemos adónde podría dirigirse eso. En cierto momento se le pondrá el clavo final al ataúd y todos leerán en un Kindle o con papel borrable o alguna cosa así que acabará con la copia física para siempre; por increíble que parezca, estamos muy cerca del fin de la era del papel que ha durado miles de años. Ese punto marcará el fin de la historia, pues todo se sometará al borrado permanente.

¿Y cuántos libros viejos, una vez que Google y otros los hayan escaneado por completo, quedarán a unas cuantas décadas de su digitalización? Ahora colecciono numerosos lbros clásicos eliminados de una universidad u otra, pues tienen el sello "Retirado de la circulación" y los vendieron como basura. "¿Por qué conservar el libro anticuado si puedes tener PDF buscable?" Lo preocupante es que si las universidades, que deben guardar el conocimiento, los desechan, con mayor razón las compañías que sólo buscan ganancias.


En cuanto la transición esté completa, entonces, dada la manera como operan las adquisiciones y fusiones corporativas, el material fuente empezará a desaparecer. Si no lo creen, fíjense en el cenegal relacionado con los libros que ya no se imprimen. Una editorial compró otra, luego se fusionó con una tercera para que otra más la comprara y rebautizara. Entre toda la confusión pocas compañías editoriales saben siquiera con qué títulos viejos cuentan en sus catálogos.


Puedo realizar este ejercicio en pilas de libros que tengo. En mi estante hay uno de 1964 llamado "The Spice Cookbook", editado por David White Co., Nueva York. Si me interesara la licencia del libro, ¿adónde acudiría?

Los medios audiovisuales también padecen este tipo de problema. Al comediante Redd Foxx se le dio realce en varias grabaciones producidas por Dootoo Records fuera de Los Ángeles. ¿Quién posee los derechos de autor? Nadie lo sabe. Todo esto se convierte en contenido perdido e información extraviada en los años siguientes. Nuestra herencia, nuestra historia.

Todo está listo para desvanecerse en los años porvenir a partir de una combinación de formatos de almacenamiento muertos, negligencia corporativa y digitalización.

Supongo que a nuestra época se le recordará como la era del "gato deInternet que tocaba el piano" y no gran cosa más para el futuro.

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